Rebelión en las FSPE cuestiona liderazgo de Cabeza de Vaca.
Los atentados contra policías estatales registrados a últimas fechas, aparentemente en reacción contra actividades del Grupo Táctico Operativo que constituye la élite consentida del secretario Alvar Cabeza de Vaca, han provocado la explosión de inconformidades largamente soportadas en la corporación.
En redes sociales, en cartas a medios de comunicación y en cadenas de mensajes, un núcleo de elementos se animó por fin a exponer las desigualdades y los favoritismos que se viven en «la policía mejor pagada de México» como le gusta presumir al gobernador Diego Sinhue Rodríguez.
Y aunque ya se prepara la represión a los inconformes, la censura en redes y quizá hasta los ceses y procedimientos disciplinarios, la respuesta autoritaria a la que tan afecto es el secretario de Seguridad resultará contraproducente, igual que le ocurrió cuando se lanzó alegremente a reprimir a los colectivos de familias de desaparecidos o cuando permitió los excesos violentos de la policía de Léon contra los colectivos feministas al grito de «no nos vamos a convertir en un manifestódromo».
La situación en el estado, en plenas campañas electorales, con los desajustes sociales y económicos producidos por la pandemia y con la violencia que no cesa y tiene en vilo a la población, no parece el escenario ideal para que el responsable de la prevención de los delitos y la tranquilidad social decida ejercer la política del garrote para todos los problemas que se le presentan.
Lo que Cabeza de Vaca no puede controlar con represión y autoritarismo es la vulnerabilidad de muchos de sus elementos en el estado, frente a las bandas criminales que los están cazando.
Se requeriría un replanteamiento táctico y mejores estrategias para hacer frente a la amenaza y no parece haber la voluntad ni la capacidad. Con un alto porcentaje de la corporación dedicada a cuidar funcionarios públicos y civiles cercanos a sus afectos, con responsables regionales carentes de experiencia táctica y logística, con descuido a las necesidades de la tropa, los elementos de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado tienen razón en estar preocupados.
Ni siquiera la mejora salarial que se usa como propaganda hasta el exceso, puede compensar el riesgo de enfrentarse a peligros mortales no solo por la acción criminal, sino por las fallas internas que terminan por convertirse en fuego amigo.
Lo más delicado es que la descomposición de la corporación, que no puede ser atribuida a nadie más que a Alvar Cabeza de Vaca y su equipo luego de 9 años al frente, ya no solo se le reclama al titular de Seguridad, sino también al gobernador Diego Sinhue, quien debería ser el mayor interesado en evaluar lo que siempre se le señaló como una grave falla: el dejarse imponer cuadros por el exgobernador Miguel Márquez.